lunes, 11 de junio de 2007

Te lo dije ¿eh? Ahora jorobate

"Sana, sana, colita de rana, si no sanará hoy, sanará mañana."

¿Quién no ha sido alguna vez engañado con esta famosa frase cabalí­stica que promete una curación por el tan sólo hecho de su misma invocación?

“Juancito, no te subas al árbol". Esa frase sí­ tiene poderes mágicos, ya que si Juancito (niño estándar argentino de entre 5 y 10 años) no tení­a planeado utilizar el árbol como nave espacial, ahora no hay nada en el mundo más importante y que implique mayor desafí­o que escalar ese maldito árbol de jardí­n de abuelo, de magia infantil. El mundo desaparece y sólo queda en pie un árbol que provoca una extraña y morbosa fascinación e impulsa a Juancito a encontrar el momento exacto en que los adultos se distraerán para poder escalar esas preciosas ramas.

¿Y qué sucede entonces? Juancito se sube, Juancito se trepa al punto más alto, adultos gritando alarmados por la inconsciencia del niño, Juancito se asusta, Juancito patinando con cara de terror, Juancito raspado y tirado en el piso, al pie del árbol ese que ya no está tan bueno.

¿Y qué hacen los adultos? Toman a Juancito en brazos, murmuran unas palabras de reproche, lo llevan al baño para lavarle las heridas y sacan del botiquí­n aquello que todo niño de la generación del 80 y 90 detestaba casi por instinto natural: un frasquito de Merthiolate. No importa cuánto grite Juancito que eso arde, que no quiere, que ya está” deberá sufrir el rigor del maldito brebaje. Y entonces” una vez terminada la tortura, cuando el corazón de los adultos se ha olvidado de la injuria cometida por Juancito al desobedecerlos, cuando el sollozo del niño da lugar a la pena más tierna, buscan en su cerebro, revuelven en su subconsciente, y encuentran enrolladitas en un rincón unas palabras que asoman como estúpido consuelo: “Bueno, bueno, ya pasó".. sana, sana, colita de rana...".