viernes, 21 de diciembre de 2007

Se caía de maduro

Cuando terminás de tener sexo es situación harto conocida que el estómago comienza a quejarse y retorcerse pidiendo ya no alimento si no industriales cantidades de comida para saciar un apetito que hasta entonces uno ignoraba que podía contener en su interior.

Pero ojo, porque todos también experimentamos luego, al llegar ese punto de relajación que sobreviene al instante cúlmine de placer, un cansancio mortal que se apodera de nosotros, que nos hace pronunciar palabras ininteligibles cuando nos hablan y que nos hace, eventualmente, sucumbir a los encantos oníricos.

Aunque, fuerza el honor decirlo, es también muy común que se nos despierten unas terribles ganas de ir a vaciar nuestras vejigas, como si hubiésemos atracado un container de Quilmes con posterior panzada cervecera para festejar nuestro éxito como piratas del asfalto.

Para decirlo lisa y llanamente, tener sexo te da ganas de comer, dormir e ir al baño. O sea que el sexo es un generador de necesidades básicas.

Conclusión:

La necesidad es la madre de los inventos. Y el sexo es la madre de las necesidades.

Ergo, el sexo es la abuela de los inventos.

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Inventos que me hicieron famoso

Aquí debajo voy a hacer una lista de las cosas por las que la gente me va a recordar durante siglos, una vez acaecido el nefasto instante en que exhale mi último suspiro.

Estos son algunos de mis mejores inventos:

- El desodorante a rosca.
- El sifón multiplexado.
- La mousicleta.
- La cápsula protectora de carozos.
- YouTube.

martes, 20 de noviembre de 2007

Perdón Papá Pitufo

El pueblo argentino entero, en este humilde post, te pide perdón.

martes, 21 de agosto de 2007

Método para entretenerse un sábado por la noche

Materiales:

1 enano
1 transportador
1 compás de punta seca
1 tijera de troquelar
1 objeto
2 voluntarios
1 Din Ovo Frutis de Banana

Se toma al enano, que preferentemente deberá medir menos de 1.20 mts, y se lo recuesta suavemente sobre una tabla que previamente se habrá acondicionado para tal fin.

Con la ayuda del compás y el transportador se trazará una línea imaginaria entre las piernas del enano, que en adelante conoceremos como “Bisectriz Enaneril” (n.del.a: en alguna bibliografía podrá conocerse también como Bisectriz Enanerística). Nos situaremos en un punto cualquiera de esta Bisectriz y colocaremos al objeto (que para la experiencia puede ser cualquier cosa, por ejemplo un termotanque) en la otra punta de la prolongación imaginaria de dicha línea. De esa manera se habrá formado entre el objeto y nosotros un segmento ficticio que divide al enano en dos partes iguales.

Con la tijera de troquel cortaremos al enano siguiendo con cuidado la Bisectriz Enaneril, con atención de no apartarse demasiado de esta referencia.

Por último, le pediremos a los dos voluntarios que tiren de ambas partes opuestas del enano, con el propósito de dividirlo.

Tomar el Din Ovo Frutis, comenzar a masticarlo y contemplar la creación: dos hemienanos perfectos.

viernes, 6 de julio de 2007

Basta loco, o me baño o morfo

El otro dí­a me dispuse a realizar esa tarea que por rutinaria pasa casi desapercibida en nuestro transcurrir diario: bañarse.

Como siempre, abrí­ la ducha para esperar que el agua calentase y mientras metí­a y sacaba la mano del chorro a intervalos regulares para testear la temperatura, caí­ en la cuenta de que estamos rodeados de productos de belleza con complejo de postre.

Es sencillo ¿no? Si me voy a bañar, no quiero pasarme por el cuerpo y el pelo un producto que me hace imaginar que estoy revolcándome en la isla de postres y dulces de un tenedor libre.

Si esta tendencia de los fabricantes de belleza continúa, en unos años entraremos al baño y nos atenderá un emperifoliado maí®tre y con su más perfecta e impostada sonrisa nos hará sentar en el inodoro, y nos dirá con voz de locutor de A.M. de las 4 de la mañana:

- ¿Qué se servirá hoy el Sr. para acicalarse, bañarse y perfumarse? Nuestro cheff recomienda comenzar con la riquí­sima pasta dentí­frica de frutas rojas con un exquisito toque de menta, seguido de una enjabonada corporal disfrutando del suave aroma de un finí­simo aceite de almendras que en combinación con el más delicado extracto de leche hará las delicias de su ombligo y paladar. Para terminar, sugiero que se entregue a una intensa lavada de cabello con un excelente exprimido de lima y kiwi, cuyo aroma provocará una ingente segregación de saliva por parte de todos los pasajeros del colectivo, apenas suba ud. con su pelito mojado y recién limpio.

Basta. Desafí­o a todos los fabricantes de productos cosméticos que descubran productos con ingredientes que en lo posible no figuren en “1000 recetas prácticas para la mujer moderna".

Aunque he de confesar que desde que uso el “Pasión de Mango y Pera” mi pelo luce brilloso y sedoso como

lunes, 11 de junio de 2007

Te lo dije ¿eh? Ahora jorobate

"Sana, sana, colita de rana, si no sanará hoy, sanará mañana."

¿Quién no ha sido alguna vez engañado con esta famosa frase cabalí­stica que promete una curación por el tan sólo hecho de su misma invocación?

“Juancito, no te subas al árbol". Esa frase sí­ tiene poderes mágicos, ya que si Juancito (niño estándar argentino de entre 5 y 10 años) no tení­a planeado utilizar el árbol como nave espacial, ahora no hay nada en el mundo más importante y que implique mayor desafí­o que escalar ese maldito árbol de jardí­n de abuelo, de magia infantil. El mundo desaparece y sólo queda en pie un árbol que provoca una extraña y morbosa fascinación e impulsa a Juancito a encontrar el momento exacto en que los adultos se distraerán para poder escalar esas preciosas ramas.

¿Y qué sucede entonces? Juancito se sube, Juancito se trepa al punto más alto, adultos gritando alarmados por la inconsciencia del niño, Juancito se asusta, Juancito patinando con cara de terror, Juancito raspado y tirado en el piso, al pie del árbol ese que ya no está tan bueno.

¿Y qué hacen los adultos? Toman a Juancito en brazos, murmuran unas palabras de reproche, lo llevan al baño para lavarle las heridas y sacan del botiquí­n aquello que todo niño de la generación del 80 y 90 detestaba casi por instinto natural: un frasquito de Merthiolate. No importa cuánto grite Juancito que eso arde, que no quiere, que ya está” deberá sufrir el rigor del maldito brebaje. Y entonces” una vez terminada la tortura, cuando el corazón de los adultos se ha olvidado de la injuria cometida por Juancito al desobedecerlos, cuando el sollozo del niño da lugar a la pena más tierna, buscan en su cerebro, revuelven en su subconsciente, y encuentran enrolladitas en un rincón unas palabras que asoman como estúpido consuelo: “Bueno, bueno, ya pasó".. sana, sana, colita de rana...".

miércoles, 16 de mayo de 2007

Galletitas Divertidas

En un ensayo en colaboración con Persefone analizamos la idiosincracia galletitológica argentina. Desde las Melbas hasta las Vocación, la fauna pastelera invade el post.

Luego de haber dedicado largos años de nuestra vida a la ardua tarea de investigar el mercado argentino de galletitas, he aquí­ un breve resumen de los conocimientos adquiridos.

Comenzando el recorrido en las mí­ticas latas con ventanita de vidrio, la primer clase de galletitas que nos llaman la atención son aquellas que se mantienen a través de los años sin nadie saber el por qué. Léase: las sosas Vainillas, los pastosos Baybiscuits y las no-dulces-no-saladas tostadas Canale. Esta clase de galletitas pueden contra todo. Ibamos al jardí­n, estaban. Ibamos a la primaria, estaban. Ibamos a la secundaria, seguí­an estando. Y todaví­a hoy, invaden las góndolas de los supermercados.

Otra familia de galletitas son aquellas que por más esfuerzo que se haga, uno NUNCA puede dejar de comerlas. Detalladas a continuación: las cuadradas Manón, las redondas Vocación y las oblongas Lezama. ¿Quién de acá está excento a decir que no llego a terminarse un paquete entero de Vocación en una hora aproximadamente?

Las galletitas expuestas anteriormente, tiene algo en común: no ofrecen ningún tipo de posibilidad al comensal para jugar con ellas.

Un principio de diversión nos llega en la casa de la abuela con las ya casi desaparecidas galletitas de leche y las rosquitas con nudo. ¿Quién no tuvo una merienda recortando las onditas de leche, o dejando para el final el nudo de las roscas?

But now, let’s have fun, baby. La verdadera diversión llega de la mano de los Anillitos. Es matemáticamente imposible ponerse el anillito en otro dedo que no sea el meñique. La casi nula posiblidad de cambiar de dedo, se torna definitivamente nula con el paso del tiempo y el crecimiento de los huesos de la mano. Está también comprobado que todo aquel que intente llegar al final de su galletita sin que esta se caiga al piso, fracasará en el intento. Es imposible.

El relleno de las Merengadas deberí­a venderse suelto. Pero no tendrí­a el mismo éxito, ya que nada se compara con el morboso placer de separar las tapas de una galletita para comer solo el relleno. En este grupo también encontramos las Panchitas, Rumba, Melba, etc.

Previendo esta situación, los ingenieros de Sonrisas S.A. diseñaron sus galletitas de forma tal que es cientí­ficamente imposible separar sus tapas sin que estas se hagan trizas. Esta observación nos invita a la reflexión: las sonrisas de estas galletitas no son otras cosa que un vil goce ante la imposibilidad de cumplir nuestro loable cometido.

Las Palmeritas, ¿a qué deben su nombre? Evidentemente, no a su forma. Pero su pseudo-espiral ofrece una catarata de diversión. Invita al degustador a seguir su intrincado laberinto de sabor. Las Porteñitas son consideradas el Level 2 de estas galletitas. Su forma de palmerita encerrada en un cí­rculo presenta muchas más posibilidades de divertirse para aquellos que deseen hacer de su merienda un festival de emociones.

Las Tentaciones de chocolate tienen su método patentado de consumo. El cual, puede resumirse así­: “Tómese la galletita entre los dedos pulgar e í­ndice. Enfí­lese hacia la boca en forma horizontal. Comience a morder la galletita por uno de sus bordes, con extremo cuidado de no tocar el preciado centro. Con los dedos restantes, ayúdese para girar la galletita en torno a su eje longitudinal perpendicular a la superficie terrestre. Repí­tase el paso anterior hasta que sólo quede el corazón de la misma. Por último, saboree ese riquí­simo tesoro de cremoso chocolate que con tanto esfuerzo usted ha sabido ganar". Un método similar, se aplica a las conocidas Pepas. Aunque existe un método alternativo que consiste en arrancar de cuajo el membrillito para su posterior consumo.

En un ávido intento por ganar el mercado, los comerciantes han sabido inventar un diabólico sistema de venta: las galletitas surtidas. Nadie ha podido nunca identificar todas las clases que se encuentran en estos paquetes, pero todos saben que son muchas. Al crecer la competencia, las estadí­sticas abundaron en la calle. Es por ello que la gente de Terrabusi incorporó a sus productos una marca inviolable e irreproducible: el membrillo durito de sus galletitas. Mediante este sistema, si usted es detenido en la calle, la gente de Terrabusi puede confirmar, luego de un exhaustivo análisis, que sus galletitas Variedad fueron ingeridas por usted individuo. Tendrá membrillo pegado en los dientes hasta 3 meses después de ingeridas las ya mencionadas. Conclusión: esas galletitas rescinden de su condición para ser un mero elemento de control capitalista.

Un último grupo son las galletitas que no pueden incluirse en las clasificaciones anteriores. No son divertidas, no son adictivas, no son ricas, no son milenarias, ni siquiera comestibles. Estamos hablando de las galletitas de “chocolate” con ridí­cula forma de pezón que ABUNDAN en los paquetes de Variedad. Su cruel destino es morir en el fondo del paquete o ser ingeridas por algún abuelo desprevenido, así­ como las tapitas del pan lactal.

Esperemos que con este artí­culo sus meriendas y desayunos hayan sido enriquecidos con nuestros conocimientos. En posteriores entregas hablaremos de las golosinas, las facturas y elementos varios. Manténganse sintonizados.

martes, 20 de febrero de 2007

Pentecostés

Este es el segundo año que me agarra, aunque el año pasado logré zafar.

El obispo empieza la omilía y mi estómago chilla. Pero no es un sonido ronco, como cuando tu panza pide comida, si no que es un sonido mas bien cavernoso y visceral, indicando que algo anda mal. Mis amigos de mi infancia del barrio le dirían que me estoy cagando. Y sí, lisa y llanamente estoy a punto de dejar caer la sorpresa. Pero no es tan fácil, porque ya empezó el Obispo a agradecer a los jóvenes por haber venido a la Plaza de Mayo en tan importante fecha a celebrar Pentecostés. Y la multitud, enfervorizada por las palabras del prelado, comienza a entonar:

Señor, toma mi vida nueva,
antes de que la espera, desgaste años en mí.
Señor, tengo alma misionera,
condúceme a la tierra, que tenga sed de vos.
Llévame donde los hombres, necesiten tus palabras…

Y el grupo que me rodea, con un cartel de San Pompilio Presente, no deja de mecerse al compás de la música, dejándose seducir por la embriagadora melodía y provocando obviamente que aquello que pugna por salir de mi vientre se agite exigiendo pronta expulsión.

Pero la multitud que me rodea es inmensa, todos brazo contra brazo escuchando cómo la tempestad se detuvo a la voz solícita de nuestro Señor, todos sumidos en una nube de Fé propia de una fiesta eclesiástica, y mi estómago agitado como la tempestad de Marcos. Y por qué no podré frenarlo de un grito. Si grito me hago. Si callo me cago.

Tanta fuerza hago para evitar la catástrofe, que el sudor corre por mi frente a cántaros. Y Dios está aquí, tan cierto como el aire que respiro, me dice con su melodiosa voz una monjita joven que a mi lado, contempla obnubilada la oración de la multitud. Sé que va a acontecer lo inevitable, por lo que empiezo a empujar lentamente a las personas que me rodean, moviéndome entre ellos como un insecto atrapado por una telaraña, desesperadamente intentando cubrir las cuadras que me separan hasta el primer claro despejado, donde pueda ya largarlo, o correr a toda velocidad al primer bar abierto.

Más de uno se dió vuelta pronunciando palabras fuera de un contexto religioso, acordándose de mujeres de mi árbol genealógico que ni yo mismo las sabía antepasados míos. Puse mis manos en las manos del señor, que calma el mar, y el obispo: un momento de silencio para pedir perdón por nuestros pecados, y mis músculos traseros que no aguantaron más.

La multitud acalló y el más profundo silencio se apoderó de esa tarde otoñal, dejando extrañados a aves e insectos que inocentes contemplaban el evento. Todo se calló. Todo a excepción de un sonido ronco, que evocaba el rugir de una moto preparada para salir a pistear, que hacía recordar a un oso hambriento lanzando su grito de guerra al salir de su cueva. La sorpresa salió con potencia auditiva inusitada. Y todas las cabezas que giraron al unísono hacia donde me encontraba. El Obispo se sobresaltó y creo que dejó caer el cáliz, derramando el vino por toda la blancura del altar, los monaguillos espantados miraron al cielo como buscando a los jinetes del apocalipsis, y muchos de los que me rodeaban señalaron la mancha que comenzaba a aparecer en mis blancos pantaloncillos.

No alcancé a ver más nada. El cielo se nubló y la imagen de la gente riendo se desvaneció. Y último que me pareció oír mientras caía al frío pavimento de la Avenida de Mayo “Te ofreceeeemos este pan, del mundo nuestro, hecho de camino y sol, de este desierto…”

lunes, 12 de febrero de 2007

Despareja Moraleja Vieja

Cierto dí­a una liebre se burlaba de las cortas patas y lentitud al caminar de una tortuga. Pero ésta, riéndose, le replicó:

- Puede que seas veloz como el viento, pero yo te ganarí­a en una competencia.

Y la liebre, totalmente segura de que aquello era imposible, aceptó el reto, y propusieron a la zorra que señalara el camino y la meta.

Llegado el dí­a de la carrera, arrancaron ambas al mismo tiempo. La tortuga nunca dejó de caminar y a su lento paso pero constante, avanzaba tranquila hacia la meta. En cambio, la liebre, que a ratos se echaba a descansar en el camino, se quedó dormida. Cuando despertó, y moviéndose lo más veloz que pudo, vió como la tortuga habí­a llegado de primera al final y obtenido la victoria.

Moraleja: a veces, el M.R.U. es mucho más efectivo que el M.R.U.V.

lunes, 22 de enero de 2007

De cómo se frustró mi carrera musical

Como hubiera escrito don Martín Fierro, si tuviese acceso a internet: “Me dí cuenta que es al ñudo“. El otro día pasé por uno de esos locales que todos habrán visto alguna tarde encontrándose perdidos a mitad de camino entre dos puntos cualesquiera, y llamó mi atención un objeto hermoso que resplandecía en el escaparate: una pandereta autolimpiante. Obvio, la compré, tenía unos pesitos encima y además estaba barata.

La traje y la instalé.

Lo primero que noté es que no sé tocar la pandereta. Así que me bajé un tutorial de internet donde enseñaba cómo moverse graciosamente al ritmo de la música y no pifiar el golpe para no llamar la atención de los asistentes al concierto. Practiqué todo el sábado y parte del domingo hasta que ya no podía distinguirse la pandereta del panderetero, éramos unidad musical en consonancia con el universo.

El problema comenzó a suscitarse cuando decidí convocar en el puesto de diario de Av. San Martín y Trelles a doña Carmen, para que escuchara mi primer concierto de pandereta. Carmen es una mujer entrada en años y bastante desmejorada, por decirlo así, que como no puede ya hacer nada por su propia imagen se empeña con toda su humanidad en limpiar y mejorar lo que tiene a mano. Podemos decir que es una fanática de la pulcritud.

Claro que como Carmen no es ninguna caída del catre en seguida detectó que mi pandereta era autolimpiante, o sea que cuando uno la utiliza correctamente y la golpea en el lugar indicado, en seguida comienza a salir un chorrito de agua desodorizante desde el costado, y baja en forma de espiral hacia el centro dejando la superficie de la misma tan limpia que se puede lambetear la pandereta sin miedo alguno a las pestes biológicas.

Así que no importó si yo tocaba bien o no, cada dos compases Carmen se lanzaba hacia el instrumento y lo golpeaba aduciendo que podía contraer Cólera o Gripe Aviar.

Moraleja: cuando compren una pandereta fíjense que no sea autolimpiante o que Doña Carmen no asista al concierto.