lunes, 21 de enero de 2008

Una explicación a la derecha por favor

Arroz con leche
me quiero casar
con una señorita de San Nicolás.

Que sepa coser
que sepa bordar
que sepa abrir la puerta para ir a jugar.

Yo soy la viudita del barrio del rey
me quiero casar y no sé con quién.
Con esta sí­, con esta no,
con esta señorita me caso yo.

Desde pequeños hemos sido sometidos a un constante bombardeo de canciones, series televisivas, dibujos animados e historias infantiles con depravados mensajes ocultos. Pero nada se compara con la abominación del “Arroz con leche".

Comencemos por donde se debe: arroz con leche. Si bien es una de esas pequeñas cosas que forma parte de ese tan renombrado conjunto de objetos folclóricos que los argentinos consideramos de única invención en el universo conocido (junto al mate, el dulce de leche, la birome, etc"), debemos -como mí­nimo-, acordar que serí­a preferible esconderlo debajo de la alfombra, que jamás llegue a oí­dos de la humanidad que consumimos ese extraño y fofo menjunje con gusto por demás desagradable.

Pero si bien ya puedo oí­r las quejas de aquellos que claman en favor del tan mentado ¿postre?, les pregunto entonces: ¿cuál es el extraño ingrediente que posee la receta para provocar un fuerte sentimiento de amor hacia alguien “todaví­a no sabemos quién-, tan fuerte ese sentimiento que mueve a uno a contraer matrimonio con quien sea, una vez finalizado el plato? Peor aún, ¿qué diabólico conjuro mueve a uno a descartar de raí­z la posibilidad de enamorarse de algunos ojos bonitos que no se encuentren en la ciudad de San Nicolás? ¿Por qué este paraje? ¿Tendrá algo que ver con su historia milagrosa? Pero esta poesí­a musical forma parte de nuestro repertorio de canciones infantiles desde tiempos inmemoriales, mucho antes que acontezcan los hechos que otorgaron a dicha ciudad su fama. Hemos de concluir entonces, que el escritor de la canción, conocí­a al menos en parte, el futuro, convirtiéndolo en una especie de brujo o hechicero capaz de vislumbrar el destino por venir, y ya sabemos que las canciones que escriben este tipo de personajes, contienen fines cuasi nefastos.

Corrí­janme si me equivoco: en Argentina, la edad mí­nima para contraer matrimonio sin autorización de nuestros señores padres, es de 18 años. Por lo tanto, el (o la) protagonista de nuestra sonata, deberá tener, por lo menos esa edad. Sin embargo, por algunas condiciones un tanto anticuadas que expone en su perfil para conseguir pareja ("que sepa coser, que sepa bordar"), se evidencia un fuerte carácter, rayano con un temple más bien adulto que adolescente. Por lo tanto, ¿qué clase de pervertido mental puede necesitar que la esposa le abra la puerta para salir a jugar? Tenemos dos hipótesis:

a- El enano timbero: el protagonista de la historia es una persona de baja estatura, de alrededor de 70 cm, cuya pasión principal es la de apostar todo su dinero en el hipódromo de San Isidro. Esto explicarí­a el por qué no puede abrir la puerta: simplemente no alcanza a girar la llave en la cerradura, ni en puntas de pie. Y por qué quiere salir a jugar: no es un simple e inocente juego de niños, si no una vil y sucia práctica socialmente condenada como lo es jugarse el todo por el todo en los caballos. Si conjeturáramos aún mas, podrí­amos decir que es un tema autobiográfico: el enano, luego de arruinarse con los potros, compuso este tema para intentar revertir su situación económica convirtiéndola en un hit (cosa que aparentemente logró). Pero esto es solo una especulación sin más fines que el de la imaginación popular misma.
b- Don Fulgencio: el hombre que no tuvo infancia: el protagonista de la historia es un adulto hecho y derecho, con actividades socialmente bien vistas, pero con una perversión mental que consiste en salir por las noches a jugar al Martí­n Pescador solitariamente. él mismo se dice al oí­do los gustos de helado (frutilla, chocolate), él mismo forma el virtual trencito que luego pasará por debajo de él mismo, mientras pregunta al oí­do detrás de cuál de los dos -de él mismo- debe formarse al elegir, por ejemplo, chocolate. Este extraño comportamiento provendrí­a de una infancia alejada de los juegos de esparcimiento que un niño de esa edad debe realizar, debido a la necesidad imperiosa de su hogar paterno de que todos sus integrantes trabajen durante el dí­a para traer el pan por las noches. Una tristí­sima historia por cierto, pero explicarí­a la estrofa más extraña “quizá- del tema que nos ocupa.

Y ahora, si nada de esto quedaba claro, se cierra la puerta para arrojar un poco mas de sombra “si esto era posible- sobre la revelación del misterio final: en la última estrofa ya no podremos estar seguro si quiera del sexo del cantante.

Podrí­amos afirmar, enredándonos en vericuetos lingüí­sticos, que “Yo soy la viudita del barrio del Rey", es inequí­vocamente una señal de que la protagonista es femenina. Pero inmediatamente nos patean el maxilar, arrojándonos de bruces al suelo y torciendo la realidad, realizando una selección entre una serie de posibles candidatas. Como sabemos, hace poco en la ciudad de Buenos Aires existen los casamientos entre personas del mismo sexo, y eso es mucho después de la invención de esta canción, por lo que deberí­amos descartar la posibilidad del casamiento entre la viudita y sus amantes argumentando el indudable conocimiento por parte de la supuesta protagonista de este apartado legal de la época en la que suponemos la historia.

Por lo tanto, si no es mujer, deberá ser hombre. Mas ¿qué significa entonces que él es una “viudita"? ¿Será acaso algún mote amistoso con el que lo nombran sus amigos y vecinos? ¿Será de naturaleza sexual? ¿Será travesti? Y peor aún: ¿por qué es viuda? ¿acaso tendrá algo que ver con la muerte de su esposo/a anterior? De un pervertido como el que canta no nos podrí­amos esperar menos. Pero son sólo conjeturas. Remitámonos a lo estrictamente cientí­fico de la cuestión: el que escribió la canción intentaba, evidentemente, confundir sobre la condición y gustos sexuales del protagonista.

Nosotros estamos llamados a cambiar lo que por años fue inevitable: que nuestros niños entonen maquinalmente, sin comprender realmente sus propósitos socialmente desestabilizantes, canciones como el arroz con leche. Recomiendo que desde chiquitos los expongamos a una buena selección de temas de Megadeth, Iron Maiden, Metallica, que, por lo menos son francos y abiertos en los temas que proponen, y, con mano firme y ternura de padre sepamos enseñarles la diferencia entre lo que se considera correcto e incorrecto. Después, que hagan lo que quieran.

1 comentario:

eli y guille dijo...

yo creo que lo de abrir la puerta para ir a jugar revela una personalidad sadomasoquista del autor... una noche de bodas con jueguitos de cuero, cadenas y latigos, no le cae perfecto a la frase?
xxx